“-…Pues
a mí me parece una noche perfecta para robar un cuchillo de 300 años
con una cabeza de búho, así que no nos gafes. Vas a conseguir que
llueva o algo peor.
-¿Eres
supersticiosa?
-No,
la verdad. Pero estamos en Gotham. Y por aquí el destino es un tipo
poderoso feo, malo y tremendamente grande. Más vale no tocarle las
narices”. (Winick, Judd. Catwoman #9)
Como si
de un viaje temporal se tratase, cronológicamente ordenados en la
mesa se encontraban: Denny O’Neil, Neal Adams, Frank Miller,
Jim Lee, Grant Morrison, Scott Snyder y Geoff Johns.
Contemplar
la llegada de Galactus a la Tierra, seguramente me hubiese
causado una menor impresión. Los artistas que habían definido el
carácter del Hombre Murciélago en las últimas décadas, se
encontraban allí, a escasos metros de mi posición. Sentados frente
a un micrófono, inalcanzables en talento y reverenciados en mi
aprendizaje. Aquellos dioses que habían llenado de épica tantas y
tantas horas de mi vida, y que a través de sus historias me habían
hecho reflexionar sobre cuestiones éticas fundamentales inherentes
al concepto y aplicación de la justicia, estaban allí reunidos para
rendir tributo al Caballero Oscuro en su 75º aniversario. Lo que a
continuación se relata, es una adaptación de la charla que tuvo
lugar en la Room 6BCF del Centro de Convenciones de San Diego y que,
con la perspectiva de los años, creo se me antojará irrepetible.
John
Cunningham, vicepresidente de marketing en DC Comics, tras
realizar una breve presentación de cada uno de los invitados, lanzó
a la mesa la primera pregunta:
-“Atendiendo
a los números que observamos en cuanto a la venta de comics,
videojuegos y entradas en los cines de todo el planeta, ¿qué es lo
que hace tan popular hoy día al Hombre Murciélago?”
-“Principalmente,
se trata de una figura satánica que creció en un entorno de riqueza
y que se opone a lo peor del capitalismo”-contestaba Morrison.
-“Además-añadía
Adams-es un personaje que ha contado con algunos de los
mejores equipos artísticos de comic books de todos los tiempos, así
que no es tan raro”.
-“Yo no
sé porque el medio ha llegado a alcanzar tanto respeto. Cuando yo
empecé, no estábamos mucho mejor considerados que los escritores de
pornografía. Ahora, el cómic está consolidado como forma de
expresión artística, gracias a una serie de pequeños detalles que
lo han ido haciendo posible”- añadía O’Neill con la
experiencia y la sabiduría que otorgan los años.
Vestido
completamente de negro, y sin quitarse el sombrero, Frank Miller
pronunció sus primeras palabras aquella tarde.
-“Batman
es más viejo que cualquiera de los que estamos aquí. Se convirtió
en una leyenda en buena parte gracias al trabajo de Neal y
Denny. Ellos me sacaron del estado febril en el que me
encontraba siendo un niño, mientras veía el show de Adam West
y trasladaron al personaje pleno de luz a la fría oscuridad de la
noche. Sin estos tíos, yo nunca hubiese llegado a escribir Dark
Knight”.
La voz de
Miller era excesivamente pausada y su aspecto, demacrado. Con 57 años
de edad, parecía el más anciano de los allí presentes, fruto
probablemente de una vida no exenta de excesos.
Pero si
algo llamaba la atención en su aspecto, era su mirada. Una mirada
perdida entre la genialidad y la locura que, desgraciadamente,
transmitía la sensación de un final inminente.
Tomó la
palabra Lee, pero fue bruscamente interrumpido por este autor
maldito.
-“Perdón,
he olvidado añadir algo importante: Batman es sexy”.