domingo, 25 de septiembre de 2022

El Diablo y el señor Twain.


 Como soy amigo de cumplir con la palabra empeñada, y para que koldo y Mikel no acaben pensando que no me gustó su obra, obra que por otra parte, como toda buena creación artística viene impregnada de un pedacito de sus almas, retomo tras demasiados años este blog para expresar mi opinión sobre la misma.

Vaya por delante que, pese a que intentaré ser objetivo en mis comentarios, guionista y dibujante son personas a las que tengo gran aprecio porque, si ya de por sí cualquiera que tenga el valor amor de dedicar su tiempo y esfuerzo al arte en cualquiera de sus formas, y en particular a ésta, ya me merece un respeto, a ambos tengo la satisfacción de poder llamarlos amigos.

El Diablo y el Sr. Twain es una obra concebida, ejecutada y editada desde el máximo cariño. Sin ni tan siquiera leer una palabra más allá de su título y el nombre de sus autores, percibes como el estilo de dibujo elegido, el color, la tipografía, el tacto del papel o la tinta metálica de su cubierta, van a acompañar de manera armoniosa la historia que acabarás descubriendo una vez te sumerges en su lectura. Lectura ampliamente documentada y cuidadosamente construida   para disfrute de los que decidimos apostar por ella. 

Koldo Azpitarte estructura la historia en doce capítulos que, aunque podrían ser disfrutados de forma independiente, cobran pleno significado una vez te dejas conducir por ellos hasta su singular conclusión. Arrancando de una figura conocida como es la del escritor considerado creador de la literatura estadounidense, según William Faulkner, aprovecha para sumergirnos en sus tormentos personales y tomarlo como pretexto también para una reflexión del concepto de "lo malvado". Koldo lo sabe adornar introduciendo en la historia la presencia de otras personalidades coetáneas a Samuel L. Clemens (Mark Twain) como son Nikola Tesla, Bram Stoker o Sigmund Freud .

Pero para mí, la clave del relato, en lo que a su calidad se refiere, reside en dotarlo de elementos oníricos para su conducción, que extraen de nuestro recuerdo otras lecturas agradecidas como The Sandman, la obra cumbre del genial escritor británico Neil Gaiman. Meticuloso, aplicado y escrupuloso a la hora de ordenar de la mejor manera posible los elementos que constituyen la narración, Koldo consigue hacernos partícipes del viaje físico y emocional de su protagonista.

En la parte gráfica, además de lo ya sugerido al destacar su color, dado que la elección de la paleta de colores se me antoja clave en el disfrute estético de la obra, Mikel Bao se enfrenta al difícil reto de dibujar una historia donde se suceden múltiples escenas de tertulia entre los diferentes personajes. Lograr plasmarlas una tras otra sin que resulte repetitivo ni se resienta el ritmo visual del conjunto es un mérito exclusivo de su dibujante. Mikel, como buen profesional del medio, pone todo su talento al servicio de la narración. No sucumbe a la tentación de complicar visualmente el desarrollo de una escena para buscar un innecesario lucimiento personal, basado en la elección de complicados puntos de vista o perspectivas. Sabe mantenerse sobrio en la disposición de viñetas por página y sólo exponerse a otras distribuciones cuando el relato así lo exige. La simplificación ex profeso de detalles anatómicos y de decorado termina de optimizar el resultado  plástico de esta  novela gráfica. 

En definitiva Koldo, Mikel, que me ha gustado. Espero que sigáis estando lo suficientemente locos como para regalarnos otra vez parte de vuestro tiempo y esfuerzo en forma de una obra tan maravillosa como El Diablo y el señor Twain.