viernes, 30 de noviembre de 2018

Una Deuda de Gratitud.



El pasado 12 de noviembre nos dejaba el hombre que mejor representara a lo largo de su historia los valores de la compañía Marvel Comics. Stanley Martin Lieber era la personalidad secreta de Stan Lee, un “cuentacuentos” que, con sus palabras, estimularía  de forma apasionante la imaginación de millones de niños, entre los que yo me encontraba.

Los tebeos siempre me encantaron, especialmente los de superhéroes. Los primeros que cayeron en mis manos fueron los de la distinguida competencia; protagonizados por  Superman, Batman o la Liga de la Justicia, en su minúscula edición mexicana y que, hoy en día, aún padezco las  secuelas psíquicas de sus singulares traducciones.

 Sin embargo, no tardarían mucho en aparecer por mi infancia las maravillosas creaciones de Stan Lee. Spiderman, Los Cuatro Fantásticos, Hulk (por entonces conocido como La Masa), Los Vengadores… y tantos y tantos otros que llenaron de sueños e ilusión la infancia de un niño de pueblo. 

A pesar de lo que algunos medios mal informados han sostenido durante estos días, el concepto de “superhéroe” no  puede atribuirse al portentoso talento creativo de Stan Lee. Pero, si le añadimos un  pequeño adjetivo,  y lo convertimos en el de “superhéroe vulnerable” , entonces ya es otro cantar. 

Hasta entonces, los superhéroes habían sido poco más o menos que dioses(en algunos casos, literalmente) infiltrados en el mundo de los hombres, interesados en mantener la paz, la justicia y el orden de una sociedad en la que vivían, siempre, paradójicamente, adoptando métodos al margen de la ley establecida. Vulnerar la ley para mantener la ley.

 Stan Lee nos acercó esos personajes en sus obras, mostrándolos afligidos y a veces desesperanzados,  ante realidades cotidianas muy cercanas a las del lector, como por ejemplo el  no ser capaces de expresar tus verdaderos sentimientos a una chica que te gusta, no poder pagar el alquiler de tu vivienda o sufrir la impotencia que supone contemplar  el mal estado de salud de un familiar  muy querido .

 En ese momento, los lectores pasamos de admirar a los héroes a empatizar con ellos. Ésta fue sin duda la gran contribución de Stan Lee.

Su carrera, como la de casi cualquier autor, alternó periodos de brillantez y periodos de desprestigio. Cierto es que contó en su trabajo con la ayuda inestimable de talentos como los de Jack Kirby, Steve Ditko o John Romita Sr, por citar sólo a tres de los dibujantes, y en muchas ocasiones coargumentistas, que lo acompañaron y que contribuyeron a forjar la leyenda de Marvel Comics.

 Algunas de sus decisiones editoriales también fueron vistas con desagrado por compañeros de profesión y público en general, pero unas y otrascondujeron a la realidad de la compañía, tal y como hoy la conocemos. Las películas han dotado en los últimos años de un nuevo sentido a la producción de comic books, hasta el punto de que numerosos artistas ya plantean sus historias con   enfoques televisivos o cinematográficos, que es ahí donde está el dinero.

Aunque en la actualidad lo agradezco, esto quedaba muy lejos del niño que fui y que se ilusionó disfrutando con sus héroes que conseguían desvaratar una y otra vez  los planes del Dr. Muerte, Magneto o Cráneo Rojo.

Uno de los textos de apoyo que aparecen en Fantastic Four #1 reza: “Así nacieron los Cuatro Fantásticos, y el mundo ya no volvió a ser el mismo”. Así reza y, por lo menos el mío, nunca lo volvió a ser.

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