Una
nueva edición de Ficzone, pero no una más. Este año, aún sin
conocer cifras oficiales de asisitencia, el evento superará todas
las expectativas previstas en este sentido. Este dato viene
respaldado por las dos horas y media de cola que tuve que hacer a
pleno sol antes de poder entrar al Palacio de los Deportes de
Granada, más la observación directa de gradas y pista que pude
realizar in situ.
La
primera impresión al contemplar la zona central, plena de
aficionados y stands, fue realmente impactante. Por un momento me
pareció estar de vuelta en San Diego. La iluminación y el bullicio
invitaban a disfrutar de un bonito día cargado de tebeos, cruces y
merchandising vario.
Una
gran programación en la que se podía encontrar prácticamente de
todo lo que nos gusta a la gente como tú y como yo, dos frikis de
toda la vida sin remedio y que, en mi opinión, no defraudó a nadie.
He
de confesar que, en un principio, este Salón para mí siempre fue
secundario, por su declarada temática japonesa. El manga me gusta,
pero hay muy pocas series que me hayan impactado de verdad. Sin
embargo, poco a poco, han ido incluyendo actividades relacionadas con
el comic americano, español y europeo en general o, como en esta
edición, con series de temática ci-fi como “El Ministerio del
Tiempo”, que logran atraer a otro tipo de público más
cercano a mis gustos personales.
Y a
pesar de todo, los únicos tebeos que compré en los escasos stands
donde podían ser adquiridos, fueron los números 1 y 2 de un
shonen de realización española titulado “Dos Espadas”.
Buenas
charlas las del sábado, en las que pudimos disfrutar y aprender por
igual con autores de la talla de Jorge Molina, Rafael “Fali”
Ruiz, Nacho Tenorio o Jorge Jiménez. Pero la mejor, con
todo respeto a los anteriormente mencionados a los que aprecio y
admiro, fue la de Kenny Ruiz y
Rubén Candel.
Los
artistas presentaron el cuarto y último tomo de “Dos Espadas”,
dando muestras de por qué son ya valores reconocidos en esto del
arte secuencial. Haciendo uso de fotografías que ilustraban TODO el
proceso de realización de la serie en lo técnico y en lo personal,
alcanzándose momentos de gran emotividad, Kenny y Rubén
nos contaron como todo surgió a partir del deseo de complacer al
hermano menor del primero, Daryl, allí presente también,
con un manga similar a los que tanto le hacían disfrutar en su
infancia. A partir de aquí, adoptando elementos de nuestra cultura
nacional, Kenny elaboró la historia que concluye con este último
cuarto volumen y que, como en toda buena historia que se precie,
tenía que tener giros inesperados en los que los protagonistas, y
estoy hablando de sus autores, se vieron obligados a superar grandes
dificultades y retos para conseguir ,tras su climax, alcanzar un
final feliz.
Por
mucho que yo os pueda contar, estos momentos tan emotivos deben ser
vividos cuando se producen para entender la plenitud de su
significado vital. El caso es que, un comic hecho con tanto cariño y
esfuerzo, tenía que estar sí o sí en mis estanterías. Encima, es
muy bueno, por lo que los dos últimos tomos también pienso
comprarlos. “...Y Kenny feliz” (je).
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