domingo, 16 de marzo de 2014

SDCC:¿Y ahora qué?


Ayer, a las 7:00 de la mañana, hora del Pacífico, comenzó el proceso para lo obtención de   entradas a la Comic Con de San Diego de este año. Mi hermano y yo, a pesar de disponer de dos horas para ingresar nuestros códigos en la web  y ubicarnos virtualmente en la Sala de Espera, entramos puntuales a fin de evitar al Sr. Murphy. Sabíamos que quedaban dos horas para que la organización estableciera una cola aleatoria con todos aquéllos que habían introducido correctamente  el código de entrada y que no era necesario mantenerse frente al ordenador, pero allí nos quedamos.

 Aunque pueda parecer a priori lo contrario, la espera no se hizo  larga. Mi hermano Miguel veía "Dexter" en la televisión mientras yo dibujaba un Conan que había encontrado por ahí. Él se encontraba en Madrid y yo en Almería, pero nos manteníamos en contacto en todo momento a través de Whatsapp. Teniendo en cuenta la elevada dosis de ilusión que compartíamos por estar tan cerca de hacer realidad el sueño de visitar La Meca de las convenciones de cómic, las dos horas se perdieron "como lágrimas en la lluvia", si se me permite la cita. Y llegaron las 9:00.

Era la hora de la verdad. A partir de ese momento, nadie más podría acceder  a la compra de una "badge", que así llaman los yanquis a la acreditación. La primera hora de cola (tercera en el total) no me resultó nada tensa, es más, me di cuenta de la importancia real que tenía el evento para mí, dado  que me sentía especialmente contento por estar ahí, haciendo cola, a la espera de alcanzar esa ventanilla virtual. 

Cada dos minutos la organización actualizaba el estado con un amable mensaje para hacernos más llevadera la espera. Y mientras, el gráfico circular que indicaba que avanzabas en la fila, no dejaba de girar.

Fue muy reconfortante recibir el interés y el apoyo de los amigos por facebook, casi tan preocupados como yo por ver si conseguiríamos las entradas, y por supuesto, el de mi mujer y el de mi hija de ocho años, ésta última sin ser todavía plenamente consciente de los "peligros" que conlleva tener un padre friki.

En hora y media, tal y como había previsto, todo se había vendido ya. 

Los últimos treinta minutos fueron dando paso a un creciente estado de preocupación contenida.Se agotaron las entradas del sábado y la "noche previa". Se agotaron las del viernes,...las del jueves,...las del domingo. Se acabó.La sesión de venta on line había concluido.

Podría dedicarme a criticar el hecho de que en ningún momento pudiésemos establecer cuál era nuestra posición en la cola. Podría dedicarme a criticar la política de la organización por la que se les da prioridad a los asistentes a la anterior edición. Pero todo esto ya lo sabía de antemano y no sería justo.

Ahora, aunque con las  expectativas algo maltrechas y nuestras posibilidades bastante mermadas, solo cabe recurrir a la épica. A nuestro favor, el hecho de que contamos con los vuelos y el hotel. En contra, el no poder adquirir en una ventanilla dos entradas. Es seguro que algunas de esas entradas vendidas ayer volverán a su lugar de procedencia; son 125.000 y la vida da muchas vueltas. El problema se centra en cómo conseguir aumentar la probabilidad de que un par de ellas, aunque solo fuesen para uno de los días, acaben en nuestros bolsillos.

No desesperemos. Aún le quedan un par de cartuchos a este viejo pistolero.




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