Bueno, pues ya estamos de vuelta. Imagino que querréis saber qué tal ha ido, ¿no? Como siempre, hay mucho que contar; en lo positivo y en lo negativo. Pero comencemos por el principio.
Hacia las cuatro y media, llegué el viernes dispuesto a realizar un reconocimiento exhaustivo de la zona. Los viernes no suele haber demasiado agetreo, y menos a esas horas de la tarde, por lo que pude ver tranquilamente cada uno de los stands, localizar las mejores ofertas para su posterior adquisición, y las salas donde iban a desarrollarse todos y cada uno de los eventos .El momento crítico de la tarde, era la primera sesión de firmas de Quino, programada para las siete; que constituía la mejor opción para conseguir un dibujo y una dedicatoria en mi edición integral de su Mafalda.
Como había tiempo y la charla del autor iba a ser al día siguiente en una de las salas de Kinepolis, salí fuera de la carpa central, cruce los aparcamientos e intente localizarla, aunque sin éxito.
Esto es lo de menos. Lo interesante es que, cuando volví a la carpa diez minutos después, Quino salía de ella acompañado por el director del Salón, familiares, periodistas y curiosos.
Fue muy impactante encontrármelo de bruces. No tanto por lo legendario de su talento, sino por el estado físico que presentaba. Sabía que se trataba de una persona mayor, pero me asustó bastante ver cómo tenía que desplazarse; con paso corto y cansado, la ayuda de muletas y una silla de ruedas a su espalda por si le fallaban las pocas fuerzas de que disponía; casi sin poder tirar de su alma.
En seguida me vino a la memoria el pobre D. José Lanzón, que encontrándose aparentemente en mejor estado de salud, nos dejaba este año al poco de concluir las Jornadas de Almería (se te añora, maestro).
Hice las fotos que estáis viendo y, al día siguiente Alejandro Casasola me informó de que el autor tenía una pierna ulcerada. Poco a poco, con sumo cuidado, se subió a un coche que había venido a recogerlo, y desapareció hasta el momento de la sesión de firmas. Pero, como se suele decir, eso es otra historia.
Como había tiempo y la charla del autor iba a ser al día siguiente en una de las salas de Kinepolis, salí fuera de la carpa central, cruce los aparcamientos e intente localizarla, aunque sin éxito.
Esto es lo de menos. Lo interesante es que, cuando volví a la carpa diez minutos después, Quino salía de ella acompañado por el director del Salón, familiares, periodistas y curiosos.
Fue muy impactante encontrármelo de bruces. No tanto por lo legendario de su talento, sino por el estado físico que presentaba. Sabía que se trataba de una persona mayor, pero me asustó bastante ver cómo tenía que desplazarse; con paso corto y cansado, la ayuda de muletas y una silla de ruedas a su espalda por si le fallaban las pocas fuerzas de que disponía; casi sin poder tirar de su alma.
En seguida me vino a la memoria el pobre D. José Lanzón, que encontrándose aparentemente en mejor estado de salud, nos dejaba este año al poco de concluir las Jornadas de Almería (se te añora, maestro).
Hice las fotos que estáis viendo y, al día siguiente Alejandro Casasola me informó de que el autor tenía una pierna ulcerada. Poco a poco, con sumo cuidado, se subió a un coche que había venido a recogerlo, y desapareció hasta el momento de la sesión de firmas. Pero, como se suele decir, eso es otra historia.
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