Cartel original de la primera entrega de la saga. |
Como cada tarde de domingo, mi hermano mayor y yo acudimos al cine Dengra de Baza, dispuestos a pasar un buen rato delante de aquella enorme pantalla de tela blanca.
A pesar de contar con apenas seis años de edad y ser 1977, podía entrar a una sala para ver películas, a veces dotadas de un contenido violento un tanto inapropiado para niños tan pequeños. Por aquel entonces, la protección al menor se entendía de otra manera.
Y una vez más, allí estábamos sentados esperando, siempre nerviosos, el momento en que se apagaban las luces, dispuestos a dejarnos llevar por la corriente de una historia que nosotros engrandecíamos con la inocente mirada que proporciona la infancia.
Pero aquella tarde de domingo no iba a ser una más. Aquella tarde de domingo, estábamos destinados a presenciar, sin saberlo, el relato épico y fantástico más grande que la imaginación de un niño de esa edad podía concebir.
Y en ese preciso momento se oscureció la sala, y aparecieron en un azul deslumbrante aquellas mágicas palabras.
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