sábado, 24 de marzo de 2012

Luces,…Cámaras… ¡Acción!



       Aunque el cómic ha sido desde sus inicios un género denostado sobre todo por los amantes de la literatura, llevado en algunos momentos hasta la marginalidad, lo cierto es que durante los últimos años, ha supuesto un filón para  el mundo del cine. Esto es hoy posible fundamentalmente a que ya no existen límites en la creación de efectos especiales y a su abaratamiento.

       Una vez le oí decir a Jim Starlin defendiendo la supremacía del medio de la imagen fija frente al de la imagen móvil que “el cómic aún seguía teniendo las mejores naves espaciales”. Hoy, con la presencia de  efectos digitales en cualquier producción de presupuesto medio, ya no puede mantenerse esa afirmación.

       Con todo, para mí el medio impreso sigue siendo superior. El poder acceder al pensamiento de los personajes, como en la literatura, sigue siendo un aspecto poco utilizado en el cine y del que en él es fácil abusar, pero que ayuda a mejorar  la calidad de la narración en el papel. Y también, como en la literatura, si vas al cine a ver la  adaptación de una historia al celuloide (esta expresión ya queda un poco antigua), más te vale “cambiar el chip” (esta ya es más moderna) si no quieres salir de la sala con un mosqueo de órdago.

       Creo que el aficionado tiende a pensar que, cuanto más fiel sea la película al cómic, mejor se lo va a pasar; cuando desde hace unos años ya contamos con ejemplos que ponen de manifiesto que no es así. Y es que, si bien es cierto que ambas artes comparten mucho de su lenguaje,  existen diferencias importantes que impiden que lo que funciona en una siga funcionando en la otra.

       De todas maneras, amigo, ser aficionado al cómic de superhéroes era algo que ya de por sí te convertía en un marginado dentro de un mundo de marginados. Con la incursión  de las máscaras y las capas en el cine, casi parece que el paria es hoy quien no diferencia el anillo de un green lantern de la corona serpiente, o el adamantium de la kryptonita. Que te  puedo decir que tu no sepas, por Odín.



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