lunes, 30 de mayo de 2016

XXXIV Salón Internacional del Cómic de Barcelona.

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Aunque el Salón Internacional del Cómic de Barcelona hace muchos años que se constituyó como cita ineludible para todo buen amante del 9º arte en este país, he de reconocer que llevaba tres añitos sin pasar por él. Más interesantes que las razones por las cuales no acudí me parecen las razones por las que sí lo hice este año. Y la primera de ellas fue la suerte, el destino o los Reyes Magos ya que, al parecer, debí ser muy bueno porque el día 6 de enero me encontré billete de avión y hotel para asistir.

En cualquier caso, y aunque todavía lo mejor estaba por llegar, el hecho de poder saludar a varios amigos, conocer a los integrantes del podcats "Charrando de Tebeos y Otros Vicios aún más Feos", volver a ver al maestro Ibáñez y, en definitiva, disfrutar de todo lo que siempre ha ofrecido el primer referente internacional de nuestro país en lo que a salones del cómic se refiere, se convirtió en un buen aliciente para afrontar los dos últimos tercios de curso.


 










La bomba estalló cuando, posteriormente, se anunció la presencia de Frank Miller como invitado por ECC Ediciones. Inmediatamente, la red se volvió loca y los frikis de pro de nuestro país empezamos a elucubrar sobre lo que podría esperarse o no en consecuencia. Y claro, lo primero que surgió fueron los comentarios sobre su estado de salud y Dark Knight III. 

Pero el Salón iba a ser mucho más que la asistencia del referente número uno del cómic mundial. Nuevos espacios, nuevas ideas para atender a los 118.000 visitantes que pasaron por sus instalaciones, unas exposiciones variadas y siempre interesantes y, una organización que, aún siendo siempre criticada mayoritariamente por el sector más radical de los aficionados, entiendo que cumplió ampliamente con su cometido de manera más que digna.

Esto no quiere decir que no hubiese cosas que se podían haber mejorado (obviamente). Ni que no cometieran algún error (no se debe improvisar con la retirada o no de ciertas obras expuestas una vez que ya ha empezado el evento). 

Sin embargo, creo que cuestiones tan criticadas como el número de obras firmadas por  un autor o el tiempo de espera en una cola, resultan del todo infundadas porque responden a realidades ineludibles. El autor cede generosamente su tiempo para atender a los fans con su firma, sus comentarios y, si tienes suerte, con un dibujo. Resulta del todo injusto, en mi opinión, echarle en cara que no atienda siempre a más personas; el tiempo es el que es y, como he dicho antes, lo ceden de sus vidas  generosamente.












 
Y volviendo al tema que creo más te interesa, Frank Miller estuvo a la altura de su leyenda. Los que tuvimos la suerte de poder acudir a la charla que dio el sábado por la tarde junto con Briam Azzarello, así pudimos constatarlo. Soy consciente de que  no todo el mundo opina como yo. Sobre este aspecto, reconozco que debo ser todavía muy niño porque el mero hecho de poder estar con Frank Miller en una sala y poder escuchar lo que tenga que decir sobre este mundillo que tanto nos apasiona me sigue  llenando de ilusión. Las preguntas que se le hicieron, y sobre todo las primeras respuestas de ambos autores, han sido muy criticadas por considerarlas carentes de profundidad e irrelevantes. Dejando aparte las que yo formulé, creo que todos los allí presentes que realizaron alguna, incidieron sobre algún aspecto de su obra o de sus vidas que, por lo menos a mí, me resultó interesante. Pero ya se sabe: como gustos, colores.

En definitiva, me alegro mucho de haber podido asistir este año al Salón y, como valoración simple y asequible a cualquiera, he de decir que me lo pasé mucho mejor de lo que ya esperaba. No creo que se pueda hacer mejor balance de un evento que, al fin y al cabo, está hecho para ilustrar y divertir a los aficionados al cómic.


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