“No hay gloria más
ilustre para el varón en esta vida que la de luchar por la obra de
sus pies o de sus manos”(Homero,
s.VIII a.C. La Odisea)
Si todo
va bien, cuando estés leyendo esto yo me encontraré a punto de
subir a un avión que me llevará a realizar el viaje de mi vida. Han
sido muchas las dificultades superadas hasta conseguirlo; créeme
muchas. Las últimas, de las graves. Mi mujer fue operada
recientemente, y mi hermano Miguel, quien hasta último momento no sé
si podrá acompañarme en esta aventura, recibió un golpe en la
rodilla por parte de un coche mientras atravesaba un paso de cebra,
por el que ha tenido inmovilizada la pierna izquierda durante diez
días. Afortunadamente, ambos están bien.
Como
puedes imaginar, más de una vez he tenido que escuchar por parte de
la gente que me quiere el “no vayas; siempre habrá otro año”
, alguna de ellas con tonos menos agradables que los que relato.
Siempre, pensando en mi bien, eso lo reconozco.
Entonces,
¿qué es lo que me impulsa a mantenerme firme en mi decisión de
realizar una actividad que, al fin y al cabo, se trata de algo
lúdico? Bien, es una buena pregunta Jesús, me alegro que me la
hagas.
Pues,
posiblemente porque, en realidad, no se trate de algo tan lúdico
como pueda pensarse en un primer momento, y estemos hablando de algo
que es inherente a la propia identidad.
El mundo
del cómic, y todo lo que le rodea, es algo que cobra especial
significado en mi mente, y lo hace prácticamente desde que tengo uso
de razón (si es que alguna vez la he tenido). Despierta en mí, de
manera potente, sentimientos y emociones que no experimento con
ninguna otra actividad que haya conocido a lo largo de mi vida, a
excepción del amor que pueda profesar hacia otros seres humanos.
Esto, me enseñaron en la escuela que se llamaba arte.
Hoy en
día no concibo mi vida sin interactuar, de una manera o de otra, con
esta forma de expresión creada por el hombre. Cuando a Winston
Churchill le sugirieron en tiempos de guerra recortar fondos en el
mantenimiento y cuidado del patrimonio artístico de su país,
exclamó: “Pero entonces...¿por qué es por lo que estamos
luchando?”. Al igual que la guerra nos descalifica como especie, el
arte nos encumbra a lo más alto de la cadena evolutiva.
El arte,
la ciencia, la educación, la tecnología, el deporte (bien
entendido)...son las cosas que confieren verdadera identidad a la
Humanidad, y todo lo que existe para destruirlo, deteriorarlo ,
vejarlo o impedir su libre transmisión son carencias, algunas muy
graves, que deberemos ir solventando a lo largo de nuestra historia.
Por eso,
cuando a veces escucho: “¡Es que te vas a volver loco con esa
obsesión tuya por los tebeos...!”, a mí me da la risa.
No todo
el mundo tiene sus ojos tan abiertos como tú y yo para entender lo
que estas cosas significan realmente para nosotros. Pero, no nos
equivoquemos, eso no nos convierte en mejores ni peores. Simplemente,
nos hacen más afortunados.