El quinto volumen de la serie "Blacksad", cinco ya. Un cómic de ésos que, sin proponérselo, se convierte poco a poco en una de las joyas de tu colección.
Así, por casualidad, porque tenía mono de cómic y no se me ocurrió nada mejor que comprar, cayó en mis manos el primer número publicado por Zinco de otra serie de nombre "Watchmen".
Y de la misma manera, casi sin proponérmelo, fui adquiriendo uno a uno los cinco volúmenes de la magistral obra de Juanjo Guarnido y Juan Díaz Canales.
Salvando las distancias, que son muchas, ambas despertaron en mí una manera distinta de acercarme al medio, que siempre entendí ligado a los superhéroes, al humor o, como mucho, al tebeo clásico de aventuras.
Pero esto era otra cosa. Era algo más mundano, con un estilo gráfico diferente a lo que estaba acostumbrado a leer, que dejaba una impronta a algo nuevo, divertido y a la vez importante. Aparentemente, sin grandes estruendos narrativos porque los autores sabían imponer un ritmo, ni frenético ni atropellado, que dificultase el disfrute de la obra. Cada cosa tiene su lugar y su tiempo y si te precipitas, la cagas (con perdón).
Así, en esta entrega de las aventuras del detective gatuno, descubrimos unos personajes bien cimentados, creíbles, que se integran perfectamente en una historia donde el viaje físico de Chad, un escritor joven a la sombra de otro ya consagrado Abe, se superpone con otro psicológico hacia la madurez vital que le lleva a descubrir aspectos de su propia personalidad del todo inesperados. En medio, nuestro oscuro felino, que parece reservarse para sí toda la mala suerte que se supone ha de transmitir a quien se le cruce.
Un producto de calidad con una clara orientación hacia el mercado europeo y que, sobre todo y en mi opinión, supone un salto cualitativo importante en la faceta guionista de un humilde, a la par que talentoso, Juan Diaz Canales.
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