El Cuervo ha sido, es y será un personaje clave en la iconografía popular en muchos aspectos. Sabéis que toda la estética relacionada con él, las películas, la serie... arranca con la publicación del cómic. Una publicación que no estuvo exenta de problemas en sus inicios y que, según nos contó su creador, casi tuvo lugar por pura casualidad.
James O'Barr explicaba como en el proceso de impresión se utilizaban unas enormes "sábanas" de papel que se plegaban y grapaban una vez impresas. Estos enormes pliegos de papel, requerían de un número preciso de páginas/comics que incluir en su extensión por lo que, a pesar de que el editor no veía muy clara la publicación de la serie, se decidió a incluirla en una de estas planchas para abaratar los costes de producción.
Y gracias a esa casualidad, hoy podemos disfrutar de una obra que, aunque conocida para una gran parte de los aficionados al noveno arte, he de reconocer que no había leído. Ese error ya ha sido gratamente subsanado.
No obstante, esta información fue casi anecdótica en una charla en la que O'Barr acabó reconociendo que El Cuervo fue algo que surgió como catarsis ante una serie de desafortunadas experiencias vitales que tuvo la mala fortuna de padecer.El relato de las mismas ponía los pelos de punta.
Sus recuerdos de la infancia comienzan en un orfanato de la ciudad de Detroit, en el que resultaba ser el único niño blanco. Los demás lo marginaban y, viéndose abocado a realizar algo en soledad para ocupar el gran vacío que por aquel entonces era su vida, descubrió el dibujo. Como tantos autores, James O'Barr es púramente autodidacta.
Pasó el tiempo, y acabó dando con sus huesos en un hogar de acogida en el que alcanzó la adolescencia momentoe en el que, paradójicamente, parecieron terninar sus días grises.
Encontró a Bethany ,de la que se enamoró perdidamente como solo se enamora uno con esa edad. Treslargos cortos años de felicidad, en los que James consiguió experimentar todo lo mejor que puede ofrecerte la vida.
Pero, la felicidad nunca les dura mucho a los autores malditos. Porque un mal día en que, por una serie de circunstancias que no voy a reproducir aquí, James le pidió a Bethany que, por favor, recogiese su coche de donde lo había dejado. En el camino, un conductor borracho la atropelló fatalmente.O'Barr tenía diecisiete años entonces.
No entendiendo nada de lo que ocurría en su vida, furioso con Dios y con los hombres en un primer momento (el conductor, aunque fue condenado, a los seis meses salió de la cárcel), cayó en un estado en el que, según describía "no buscaba la muerte pero tampoco me hubiese importado encontrarla". Pasado un tiempo, en el que trabajó como mecánico, y resuelto a abandonar la ciudad para no volverse loco, decidió alistarse en los marines.
De esta época poco contó. Solo, en mitad de aquel silencio tenso en el que todos escuchábamos con suma atención y respeto, O'Barr mostró el anillo de compromiso que había comprado para Bethany, y que siempre llevaba junto a las placas identificativas del cuerpo de marines. Según explicó después, para no olvidar lninguna de estas vivencias.
Mientras, como viene siendo habitual en las charlas, a su espalda se proyectaban diferentes páginas de su obra. Al volverse y contemplar la que aparecía en ese momento (un cadáver con un tiro en la cabeza sobre un charco de sangre) hizo un pequeño inciso y añadió: "Os aseguró que yo, habitualmente, soy un tipo divertido".
Aún quedaba otra pequeña "perla" que el destino le tenía reservada. En el rodaje de la primera película basada en su personaje, se hizó muy amigo del protagonista, Brandon Lee que, como sabemos, acabó muriendo accidentado en el rodaje. También se culpó de esa muerte.
Y aunque podríamos seguir contando todo lo que allí se dijo sobre las pasadas y futuras adaptaciones cinematográficas de su obra, pienso que ha llegado el momento de concluir.
Lo primero y aunque visto lo visto, resulte anecdótico, es la primera vez en mi vida que he abandonado una charla a la mitad, movido por el irrefrenable impulso de comprar la obra de un autor. Con la experiencia vital relatada, tenía que tratarse de una obra excelente sí o sí. Por supuesto, cinco minutos después, ya había regresado a la sala.
Dos, y aquí viene lo realmente importante. James O'Barr compartió con todos los asistentes una gran enseñanza que le ha permitido rehacer su vida: "Los buenos momentos que se te brindan, hay que saber reconocerlos en el instante en que se producen para exprimirlos al máximo. No podemos permitir que tengan que pasar los años antes de tomar plena consciencia de ellos".
El Cuervo es una historia escrita y dibujada desde el dolor y la tristeza.Gracias por compartirla con nosotros y buena suerte, James O'Barr.
Sus recuerdos de la infancia comienzan en un orfanato de la ciudad de Detroit, en el que resultaba ser el único niño blanco. Los demás lo marginaban y, viéndose abocado a realizar algo en soledad para ocupar el gran vacío que por aquel entonces era su vida, descubrió el dibujo. Como tantos autores, James O'Barr es púramente autodidacta.
Pasó el tiempo, y acabó dando con sus huesos en un hogar de acogida en el que alcanzó la adolescencia momentoe en el que, paradójicamente, parecieron terninar sus días grises.
Encontró a Bethany ,de la que se enamoró perdidamente como solo se enamora uno con esa edad. Tres
Pero, la felicidad nunca les dura mucho a los autores malditos. Porque un mal día en que, por una serie de circunstancias que no voy a reproducir aquí, James le pidió a Bethany que, por favor, recogiese su coche de donde lo había dejado. En el camino, un conductor borracho la atropelló fatalmente.O'Barr tenía diecisiete años entonces.
No entendiendo nada de lo que ocurría en su vida, furioso con Dios y con los hombres en un primer momento (el conductor, aunque fue condenado, a los seis meses salió de la cárcel), cayó en un estado en el que, según describía "no buscaba la muerte pero tampoco me hubiese importado encontrarla". Pasado un tiempo, en el que trabajó como mecánico, y resuelto a abandonar la ciudad para no volverse loco, decidió alistarse en los marines.
De esta época poco contó. Solo, en mitad de aquel silencio tenso en el que todos escuchábamos con suma atención y respeto, O'Barr mostró el anillo de compromiso que había comprado para Bethany, y que siempre llevaba junto a las placas identificativas del cuerpo de marines. Según explicó después, para no olvidar lninguna de estas vivencias.
Mientras, como viene siendo habitual en las charlas, a su espalda se proyectaban diferentes páginas de su obra. Al volverse y contemplar la que aparecía en ese momento (un cadáver con un tiro en la cabeza sobre un charco de sangre) hizo un pequeño inciso y añadió: "Os aseguró que yo, habitualmente, soy un tipo divertido".
Aún quedaba otra pequeña "perla" que el destino le tenía reservada. En el rodaje de la primera película basada en su personaje, se hizó muy amigo del protagonista, Brandon Lee que, como sabemos, acabó muriendo accidentado en el rodaje. También se culpó de esa muerte.
Y aunque podríamos seguir contando todo lo que allí se dijo sobre las pasadas y futuras adaptaciones cinematográficas de su obra, pienso que ha llegado el momento de concluir.
Lo primero y aunque visto lo visto, resulte anecdótico, es la primera vez en mi vida que he abandonado una charla a la mitad, movido por el irrefrenable impulso de comprar la obra de un autor. Con la experiencia vital relatada, tenía que tratarse de una obra excelente sí o sí. Por supuesto, cinco minutos después, ya había regresado a la sala.
Dos, y aquí viene lo realmente importante. James O'Barr compartió con todos los asistentes una gran enseñanza que le ha permitido rehacer su vida: "Los buenos momentos que se te brindan, hay que saber reconocerlos en el instante en que se producen para exprimirlos al máximo. No podemos permitir que tengan que pasar los años antes de tomar plena consciencia de ellos".
El Cuervo es una historia escrita y dibujada desde el dolor y la tristeza.Gracias por compartirla con nosotros y buena suerte, James O'Barr.
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