Ésta es una vieja historia que sucedió en los días en los que aún me encontraba abriéndome camino entre proposiciones, teoremas, lemas y corolarios en la carrera.
Era un sábado cualquiera en Granada y, como tenía por costumbre cuando no tocaba volver al pueblo, emprendía la ruta de las librerías especializadas de la capital; siempre con más deseos que posibilidades económicas reales de adquirir las colecciones que me gustaban.
El caso es que me acercaba a ese pequeño pero nutrido reino del noveno arte y la literatura fantástica que responde al nombre de Flash Comics, cuando algo llamó súbitamente mi atención. Frente a su escaparate, se encontraban dos personas hablando sobre un cómic en particular de los que allí se exponían; lo cual no tendría nada de especial de no ser porque nos referimos a dos señoras que rondaban ya los sesenta años de edad. Y lo mejor era que dialogaban con ímpetu sobre dicho cómic, como si de verdaderas expertas en la materia se tratase. El cómic en cuestión era el segundo volumen de la serie de Blacksad, que acababa de salir por aquel entonces.
En otras circunstancias nunca hubiese llegado a enterarme de qué era lo que ocurría; dos fans del trabajo de Díaz Canales y Guarnido de su sexo y edad resultaban realmente llamativas. Pero la casualidad hizo que una de las dos señoras fuese conocida mía. Se trataba de la madre de una antigua alumna, la cual compartía afición con su hermana por las historias del gato detective y a la que también conocía al ser amiga de mi mujer, por aquellos entonces novia.
La otra dama era, nada más y nada menos, que la señora madre de Juanjo Guarnido.Y claro, una vez conocido este dato, la explicación resulta bastante obvia. La señora comentaba orgullosa con su amiga la edición del álbum dibujado por su hijo. Las madres son así, no hay que apretarles mucho para que enseguida se pongan a hablar de las virtudes de sus "chiquillos". Pero eso sí, convendrás conmigo amigo mío que, en esta ocasión, había mucho de lo que sentirse orgulloso.
La otra dama era, nada más y nada menos, que la señora madre de Juanjo Guarnido.Y claro, una vez conocido este dato, la explicación resulta bastante obvia. La señora comentaba orgullosa con su amiga la edición del álbum dibujado por su hijo. Las madres son así, no hay que apretarles mucho para que enseguida se pongan a hablar de las virtudes de sus "chiquillos". Pero eso sí, convendrás conmigo amigo mío que, en esta ocasión, había mucho de lo que sentirse orgulloso.
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