Una de esas lecturas que recuerdas de tu infancia, que hace que evoques tiempos, mejores no sé pero sí más fáciles, es Kamandi, del genial Jack Kirby. Aquella edición tan chiquitita que nos brindaba Nóvaro, no demasiado buena, sobre todo por la traumática traducción mexicana que todavía hoy en día me pone los pelos como escarpias, nos permitió a los aficionados españoles descubrir ésta y otras colecciones de DC por un precio, eso sí, tan reducido como su tamaño.
El caso es que pudimos disfrutar de las aventuras del último hombre en la Tierra donde, tras "El Gran Desastre", una catástrofe de naturaleza nurclear, originada por la estupidez de los hombres, concedía la supremacía evolutiva a otras especies animales (tigres, gorilas, lobos,...) con características antropomórficas. Kamandi tenía que luchar día tras día por la supervivencia y aprender a sobrellevar el sentimiento general de soledad que innundaba su persona y le llevaba a embarcarse en grandes y peligrosas aventuras en las que, ocasionalmente, parecía encontrar algún miembro de su especie con las características intelectuales no mermadas.
La influencia de películas como El Planeta de los Simios era patente en la serie y proporcionaba al lector una oferta diferente y de calidad, alejada del tradicional universo superheroico.
La influencia de películas como El Planeta de los Simios era patente en la serie y proporcionaba al lector una oferta diferente y de calidad, alejada del tradicional universo superheroico.
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